Arando no mar

1998

Introducción

J.M. García Iglesias

ARA AHORA EL MAR

Decir que Baldomero Moreiras (Celanova, 1955), lleva más de veinte años pintando y presentando su obra ante el público es una manera de significar que estamos ante un artista con oficio. Y si al mismo tiempo tenemos en cuenta precisamente su paso, en su introducción al arte, por la Escuela de Artes y Oficios de Ourense, hemos de reconocer su punto de partida en el aprendizaje en determinadas técnicas.

Otra de las cuestiones a tener en cuenta en un primer acercamiento a Baldomero Moreiras nos lleva a recordarlo estudiando en Madrid la técnica del grabado al lado de Hernández Quero y, poco después, vinculando alguno de los resultados de su trabajo a la cerámica, nada menos que por medio de la fábrica de Sargadelos, pionera, como bien es sabido, de una nueva manera de entender, en su ámbito, el diseño en Galicia.

En todos estos años Moreiras ha trabajado mucho. El buen número de exposiciones en las que ha participado da cuenta de su constancia por mostrar de continuo el fruto de su esfuerzo; es, en este sentido, habitual su participación en muestras orensanas, bastante de ellas de condición individual.

GALICIA COMO FUERZA MOTRIZ DE SU INSPIRACION

Esa    especial vinculación de Moreiras con un territorio concreto es algo que debe de ser subrayado sobre todo a la hora de considerar su obra en lo relativo a la motivación. Los títulos de algunas de sus exposiciones son claramente significativos de esa íntima conexión suya con una tierra. Así, en 1992 presenta una muestra  que responde al título de “Pinturas negras. Galicia extempo” y al año siguiente hace también una extensa serie sobre “Os Bimbios de Golpellás”.

Ya en 1997 encontramos a Moreiras concibiendo una nueva muestra denominada “Paisaxes, Entroidos e Romarias (Festas Pagás e Festas Relixiosas)”, dentro de esa línea suya que lleva a mantener un diálogo con lo inmediato.

Como puede deducirse de esta serie de títulos que aluden a una buena parte de su producción, se puede señalar que unas veces  es el proprio paisaje el motivo de su interés en tanto que, en otras ocasiones, su motivación estética viene dada por el hecho de reflexionar sobre lo que es el desarrollo de la propia vida en un país llamado Galicia y, concretamente, en esas tierras de Celanova en las que el día a día de Baldomero Moreiras adquiere su completo sentido.

LA CONVERSION DE UNA TEMATICA EN OBRA DE ARTE

 

Pero aunque existan unas determinadas motivaciones en el principio mismo de la obra de cualquier artista, el valor de lo realizado viene dado por el modo en el que esos contenidos son recreados por el autor. En la que un pintor –en este caso, Moreiras- consiga configurar un lenguaje proprio, con una calidad suficiente y una capacidad intrínseca de ser positivamente valorado por un determinado público podemos decir que se han logrado los objetivos básicos exigibles a una obra de arte.

Y en el caso de Moreiras hay, cómo no, un lenguaje claramente relacionable con su propia personalidad artística. Se puede decir que sus pinturas están en perfecta consonancia con este final de siglo en el que parecen darse la mano, tantas veces, fórmulas ensayadas a lo largo de esta centuria con otras que parecen querer vincular lo realizado con las raíces más profundas de un lenguaje.

Se puede decir que las formas de Moreiras parecen nacer de una cierta posición intrahistórica, asumidora  de las voces de muchos momentos del pasado, y se pueden relacionar en ocasiones, con los momentos más antiguos del caminar del arte y, en otras, con los modos de trabajo propios de lo que se ha venido llamando arte popular. Tampoco puede dejar de tenerse en cuenta las afinidades que pueden significarse con respecto al diseño en sus diferentes manifestaciones.

Se trata, en definitiva, como sucede bastantes veces entre los artistas gallegos, de un cierto equilibrio entre la tradición y la modernidad. Y es así porque en su manera de pintar se logra un magnifica conjunción entre lo que puede entenderse como un lenguaje de raíz popular-por la aparente elementalidad de sus formas y un modo muy moderno de expresarse, interpretando la realidad a través de un dibujo y un color que se conjugan en composiciones deudoras de algunos de los ismos de nuestro siglo.

Conocido es que fue el cubismo el movimiento que rompió con un determinado modo de entender la realidad, para aproximarse a ella desde posiciones básicamente intelectuales. A partir de entonces la concreción de la figura a través del dibujo se hizo más libre y dejo de obedecer a esa supuesta obligación, marcada por muchos siglos de práctica, de realizar formas concordes con lo externo de lo representado. La posición de Moreiras, en lo que tiene que ver con el dibujo, es bien clara: tiende a evocar esas antiguas obligaciones pero sin perder por ello la libertad de acción.

Es más, hay ocasiones en las que la realidad del cuadro entremezcla en las líneas trazadas, a través de asombrosas continuidades en las mismas, lo que pudiera entenderse como reproducción de partes diversas entre las que no existe, en lo formal, unidad alguna. El resultado de esa buscada -¿o encontrada?- confusión  está, desde un punto de vista creativo, lleno de interés.

También ha de hacerse una especial mención al color. Como algunos pintores del ayer gallego –es el caso de Corredoira-, Moreiras supo valorar el negro convirtiéndolo en fondo de sus cuadros y, a veces, en parte fundamental de lo mostrado. También al negro se le otorga una importancia grande a la hora de construir las diferentes formas. Son bastantes las veces en las que la lona negra ha sido el soporte que sustenta el trabajo de este pintor Orensano y ha dejado muchas veces, a la vista , parte de su ser generando de este modo unos resultados ciertamente llamativos.

Pero que Moreiras use el negro con tanto interés no quiere decir que renuncie al uso de los más variados colores, que suele utilizar con un sentido de la fantasía que arranca del expresionismo y del fauvismo. Las cosas no son como pudieran ser sino, más bien, como el desarrollo de la pintura aconseja plantear.

“ARANDO NO MAR”

 

En esta ocasión Moreiras nos presenta un reportorio de pinturas en las que utiliza como soporte la madera en bastantes casos trabajada, en lo que al fondo se refiere, con una aguada de acrílico. Además de sus escenas de interior se ha asomado ahora, por medio de los sentimientos que expresan sus obras, al mundo del mar. Es, de este modo, la suya una pintura de campesinos y de marineros.

Tras ese bello título con el que Moreiras denomina a esta muestra –“Arando no mar”- se encierra una especie de reconocimiento al trabajo de las gentes del medio rural gallego como a quienes desde las rías gallegas tienen, en su vida, al mar como el lugar natural para su quehacer diario.

Tiene Galicia en Moreiras a un cronista que, desde la pintura, esencializa la existencia de lo cotidiano desde la clave de sus gentes más humildes. Y el retrato que hace de esa sociedad no puede ser más acertado y coherente dado que el pintor no renuncia a la natural exigencia de hacer una pintura a la altura de estos años finales de siglo y, sin embargo, comulga con los gustos que pudieran ser propios de aquellos a quienes representa. Sucede este porque, al fin y al cabo, sus obras son hermanas, en lo que a determinados resultados se refiere, de las que ornamentaron tantos objetos cerámicos –testimonios bien vinculados, por cierto, a la cultura campesina-, no sólo del ayer sino, también, de la actualidad.

En cualquier caso estamos ante la obra de un pintor que construye con seriedad de miras sus cuadros, metamorfoseando su más inmediata realidad, en pleno corazón de la campiña auriense. Galicia es distinta cuando la pinta Baldomero Moreiras pero, en el fondo, mantiene su identidad y, en cierto modo, la engrandece a través de esa buena interpretación pictórica en la que se mueve su trabajo de cada día.

J.M. GARCIA IGLESIAS

Catedrático de Historia de Arte

de la Universidad de Santiago

 

Exposición